viernes. 29.03.2024

La presencia de polisorbato 80 en algunas vacunas contra la gripe y los neumococos no causa un incremento de muertes por COVID-19 en personas mayores de 65 años, en contra de lo que sostiene un creciente número de mensajes difundidos en redes sociales.

En las últimas semanas han proliferado en Facebook, Twitter y YouTube publicaciones en las que se afirma que la vacunación masiva contra la gripe provocará un repunte de muertes por COVID-19 porque ese componente facilita la entrada y reproducción de virus en las células del organismo humano.

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Algunos comentarios aseguran que el polisorbato 80 podría ser la causa de la epidemia de coronavirus, otros denuncian incluso un "genocidio" en las residencias de mayores por el uso de las vacunas y se llega a asociar su aplicación con una compleja conspiración internacional responsable de la pandemia.

DATOS: no hay evidencia científica alguna que avale la tesis de que el polisorbato de las vacunas contra la gripe provoque más muertes por COVID-19. El Ministerio de Sanidad, las asociaciones españolas de Vacunología y Pediatría y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) rechazan esta teoría, alentada por un estudio de tres trabajadores del hospital de Barbastro (Huesca).

Dicho informe, del que existen varias versiones, no cuenta con el aval de la comunidad científica.

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Un estabilizante para algunas vacunas

El polisorbato 80, también conocido como Tween 80 entre otras denominaciones, es un producto que se usa en alimentación, cosmética y en la elaboración de medicamentos, como algunas vacunas antigripales. Sus propiedades le permiten obtener la dispersión de líquidos que no mezclan entre sí, logrando su emulsión.

Según explica la agencia estadounidense de Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) sobre la presencia de este excipiente en una vacuna para prevenir la gripe aviar, "ayuda a que los ingredientes se mezclen y evita que se separen".

El polisorbato 80 "se considera seguro cuando se usa según las especificaciones establecidas", añade el Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría (AEP).

No es, por tanto, una parte fundamental de la vacuna, sino que ayuda a estabilizar su fórmula.

Especulaciones sin rigor científico

El Ministerio de Sanidad publicó el 30 de junio una nota informativa en la que subrayaba la importancia de vacunarse contra la gripe por su "impacto en la reducción de la hospitalización y la mortalidad en las personas con más riesgo de enfermedad grave".

Sanidad explicaba que no hay ninguna evidencia científica de que vacunarse contra la gripe aumente el riesgo de infectarse con el virus SARS-CoV-2 o de padecer una COVID-19 de mayor gravedad.

Por el contrario, señalaba la nota, investigaciones recientes indican que esta vacunación "podría asociarse con menor gravedad y menor mortalidad por COVID 19" y "rebaten" el contenido de un documento que recoge "especulaciones" en un estudio que "carece de rigor científico".

Sanidad se refería así al documento "Posible causa de la pandemia por coronavirus: Interferencia inmunológica entre el POLISORBATO 80 de la vacuna antigripal adyuvada y el SARS-CoV-2", firmado por Juan Francisco Gastón Añaños, Ana Martínez Giménez y Elisa María Sahún García, tres trabajadores del hospital oscense de Barbastro, adscritos a los servicios de Farmacia y Medicina Preventiva.

Esta versión del estudio es un borrador, según reconoce en declaraciones a EFE Gastón Añaños, jefe de la Sección de Farmacia Hospitalaria, y remite a un documento posterior, con los mismos firmantes, publicado en la plataforma Zenodo: "Teoría de la interferencia inmunológica entre los polisorbatos parenterales y el SARS-CoV-2. Papel de las C-lectinas".

Tanto uno como otro establecen una relación entre el polisorbato 80 y el aumento de la muertes de personas mayores con coronavirus. El segundo de ellos afirma: "Los individuos que enferman por COVID-19 y han recibido previamente polisorbato por vía parenteral fallecen más por COVID-19 que los que no lo han recibido".

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No es la vacuna, sino la edad

Ante el primer documento, la Asociación Española de Vacunología (AEV) desmintió "categóricamente" que hubiera una asociación entre el polisorbato 80 y la infección por SARS-CoV-2. "Las hipótesis y resultados de los autores contravienen los principios de la epidemiología y la metodología de la investigación", subraya esta organización en una nota hecha pública el 1 de julio.

Gastón Añaños respondió a su vez con un comunicado publicado en Zenodo. Pero, tras analizar esa contestación y la nueva versión del estudio, él doctor Jaime Pérez, miembro de la junta directiva de la AEV, se reafirma en declaraciones a EFE en que el informe "no tiene ninguna base científica, ni metodológicamente ni desde ningún punto de vista".

"Está haciendo una relación falsa, lo que se denomina en epidemiología un sesgo", expone sobre la hipótesis de Gastón Añaños y recuerda que ninguna revista científica ha publicado sus conclusiones. "Esto no lo respalda nadie", zanja.

Pérez impugna el planteamiento principal del informe con el argumento de que el causante de las muertes estudiadas "no es la vacunación de la gripe", sino "la edad".

Indica que "hay una coincidencia" en el hecho de que la COVID-19 afecta a las personas de mayor edad, que son las que más se vacunan contra la gripe porque también son las más vulnerables a esta enfermedad. "No hay más", asevera.

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Un componente seguro

Según insiste el representante de la AEV, no hay "ninguna" posibilidad de que la hipótesis de Gastón Añaños sobre las consecuencias perjudiciales para la salud del polisorbato 80 sea corroborada en algún momento con un método científico más riguroso.

Recuerda que este componente se ha utilizado de forma segura en vacunas y medicamentos durante años y se administra a "muchísimos millones de personas" en "todo el mundo".

También rechaza las acusaciones sobre una supuesta falta de control en las vacunas contra la gripe o un aparente "exceso de confianza" en su seguridad.

"El seguimiento y el control de la seguridad de las vacunas, y las de la gripe en concreto, es máximo", contesta el doctor Pérez, quien precisa además que disponen de sistemas de vigilancia tanto activa como pasiva.

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"No somos investigadores"

Por su parte, Gastón Añaños explica a EFE que su propósito y el de los otros autores de estos documentos ha sido siempre llamar la atención sobre un asunto que les preocupaba para que se llevara a cabo "un estudio profundo" sobre su teoría, ya que ellos no han podido hacerlo "ni por volumen de pacientes ni por capacidad".

"Nosotros no somos investigadores, somos unos trabajadores del hospital", aclara al respecto.

Esta incapacidad para demostrar su hipótesis ya había sido objeto de crítica por el Ministerio de Sanidad, que alertaba sobre la existencia de "errores importantes en los criterios de selección de los grupos de estudio que invalidan los resultados".

Sanidad advertía de que la investigación "carece de pruebas de laboratorio o referencias apropiadas que demuestren las afirmaciones sobre el virus" y tampoco dispone "del análisis estadístico apropiado".

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Meras suposiciones no confirmadas

Jaime Pérez observa que esos errores persisten en la última versión del estudio. "Para explicar una hipótesis", primero es necesario "confirmar" que es cierta, algo que no ocurre en ese texto, que no aporta dato estadístico alguno y se limita a establecer una nueva teoría sobre las causas de una incidencia no demostrada.

El informe más reciente abunda en carencias ya denunciadas el 28 de junio desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) por la inmunóloga María Montoya, quien publicó un artículo sobre la primera versión del estudio donde avisaba de que estaba "llena de imprecisiones y de falta de rigor científico".

Esta experta del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB-CSIC) y miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Inmunología (SEI) subraya que "el escrito de Gastón Añaños" se limita a plantear "una serie de suposiciones que no se comprueban", del mismo modo que "podría haber relacionado el color de la etiqueta del medicamento con la enfermedad COVID-19, por poner un ejemplo".

El propio Gastón Añaños admite que ninguna revista científica ha publicado su estudio, algo que ya no espera, porque "parece que no ha sido bien recibido". Y tampoco ha recibido respuesta del Sistema Español de Farmacovigilancia al que notificó sus sospechas.

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"Un error mayúsculo"

Además de las dos versiones citadas del estudio, hay otra intermedia, del 29 de junio, firmada solo por Gastón Añaños, en la que advierte: "Finalizada la alarma, no se ha conseguido reclutar un significativo número de pacientes que permita un análisis estadístico riguroso", por lo que "el trabajo ha quedado editorialmente inconcluso".

Justifica pese a ello la utilidad de hacerlo público por si "el hallazgo de datos relevantes quizá pudiera servir como base teórica para futuras investigaciones, o bien desvelar errores cometidos".

Sin embargo, como advertía el 9 de julio el Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría (AEP), "la realidad es que este documento ha sido ampliamente difundido por grupos antivacunas y otras personas" en las redes sociales.

"Resulta un error mayúsculo difundir en las redes sociales un borrador repleto de conjeturas que cualquiera podría utilizar, como así ha sido, para menoscabar el impacto de las políticas de salud pública en relación con la vacunación antigripal", lamenta este Comité Asesor de la AEP.

"Las consecuencias podrían ser graves si las dudas que promueve reducen la adherencia a la vacunación de la gripe" -avisa la AEP-, porque la campaña de la temporada 2020-2021, que comenzará en las próximas semanas, "se plantea como un reto de salud pública", con el objetivo de que una mejora de las coberturas vacunales pueda "paliar el impacto sanitario de una posible coincidencia de la gripe estacional y la pandemia de COVID-19 aún activa".

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